Por la época viene bien traer este texto.
Judas Iscariote habla de su papel en la entrega de Jesús.
Fragmento de «La penúltima cena» (Premio Nacional de Dramaturgia 1999. U. de Antioquia)
Judas:
Si no lo hago yo ¿quién?
(A la cruz)
Si no seré yo maestro
¿Hallarás otro traidor?
¿Se llamará Judas?
Derivadas:
- Me arrepiento ahora.
- No tengo que arrepentirme después de tu ejecución.
- Jesús no se muere.
- Iscariote no se ahorca
El correspondiente de la variable tiende a cero.
¿A quién escogerás?
A Judas Macabeo. No. No puedes, ese murió hace un siglo.
Oblígalo a resucitar para que vuelva a morir, como Lázaro.
No me resucites, yo solo quiero morir una vez.
Puedes firmar un contrato con Judas Galileo, con Judas Tadeo, con tu hermano Judas.
Se están muriendo de hambre.
Piden limosnas, representan autos sacramentales en los pueblos destruidos.
Nadie les da monedas. Harían cualquier cosa: Un buen Judas.
No voy a ir en busca de los sumos sacerdotes
No les diré “¿qué me daréis a cambio de Jesús?”.
No vendo tu vida por las treinta monedas que vale un esclavo
Puedo
¿Puedo, me lo permitirás?
O… más sencillo:
Variable dos:
- Digo las cosas de una manera torpe y falsa para que no suenen convincentes.
- Ningún sacerdote me cree
- Caifás no tiene en cuenta mis palabras
- Me dan diez azotes por el culo y quedo redimido de aquí hasta mi muerte.
(Espera una respuesta. Pausa. Como si la hubiera escuchado).
No puedo
Soy muy buen intérprete
No puedo
No me lo permito. Es más fuerte la vanidad de ser reconocido como un gran antagónico que la de pasar inadvertido.
Cometo la infamia y luego me cambio el nombre.
“Llámame solo <amor mío> y seré nuevamente bautizado… mi nombre me es odioso, por ser para ti un enemigo”.
Provoca risas ver a Judas Iscariote recitando Romeo.
(Se golpea la cabeza).
Cómo te quieres llamar mal parido, si desde que tu madre te expulsó por el ano ya estabas predestinado a representar el traidor.
¿Libre albedrío?
(Mira su reloj).
Espero mi turno en la línea de la muerte para subir al escenario.
A señal entro, te beso y te entrego a la tortura.
Única escena, única oportunidad. Se necesitan buenos interpretes para los personajes secundarios, de primera línea, no importa lo que cobren.
Gracias.
Muchas gracias, ya se que no voy a ser santo.
Caí en la trampa.
He seguido paso a paso cada movimiento, palabra y obra que han sido escritas para mi.
La víctima misma quiere ser martirizada según sus propios designios.
Todo actúan para ti… y para mi, ¡incluyéndote!.
Siguiente paso: Judas ríe, Judas no llora, Judas no tiene voluntad, Judas solo se arrepiente después de la consumación…
Cartilla de escritura dirigida a subnormales.
¡El traidor no tiene el poder de resucitar al hijo de Dios porque él mismo es su asesino!.
(Mira su reloj).
El tiempo continua, el público se impacienta por ver la pieza
No van a perdonar al traidor si este deja de serlo.
No tengo salida, si me disfrazo con tus ropas y hablo con tu voz y utilizo tu lenguaje para que todos corran hacia mi y me vea rodeado de hombres adultos, hombres niños, mujeres casadas, adúlteras, enfermos… van a creer que soy tú y pedirán:
“Señor Jesús, mi niño se está muriendo”
Y los ciegos, a tientas con sus bastones, se disputarán a golpes torpes un lugar para agarrar mi túnica y los paralíticos a rastras llegarán a lamer la tierra de mis pies, y los agricultores entre llantos me contarán de la aridez de sus cultivos y de la espeluznante figura que toman sus vacas escuálidas. Entonces el autor, el oráculo, hará que yo diga:
“Soy el enviado del mal”[1], quitarán el sol del decorado y llenarán el ambiente de un aire gris y los niños morirán de inmediato y los ciegos se volverán paralíticos, y los paralíticos ciegos y las plantaciones se convertirán en polvo y de las vacas solo quedará un armazón de huesos. Todos querrán organizar un linchamiento contra el impostor pero no alcanzarán porque llegarás tú envuelto en música circense para devolver el orden y la vista y el sol y las cosechas.
Revuelo en la tramoya.
Nuevo decorado, aplausos para el escenógrafo.
Me perdonarás y harás que ellos me perdonen.
Me odio. Te odio.
No seré yo el crucificado. El más ilustre crucificado de la historia entre los cientos de crucificados de la historia.
¿No lo sabias?
No investigaste. Trabajo de campo.
Pedro también morirá así
Andrés también, pero en una cruz en forma de aspa que llevará su nombre
Felipe flagelado, lapidado y finalmente crucificado con la cabeza hacia abajo.
A Mateo mientras celebra una misa lo atenderán con un hacha
A Santiago lo decapitarán en Jerusalén
A Tomás lo atravesarán con lanzas cerca del Ganges
Simón será despedazado por una sierra
Al otro Judas, al Tadeo, le aplastarán la cabeza
Juan morirá de viejo.
Todos serán santos.
Beatos de reparto.
Ninguno tuvo un Judas que lo lanzara al estrellato.
Yo tampoco.
Con mis propias manos y en una higuera me ahorcaré. Función privada. Sin público, no hubo ventas, quiebra total del empresario.
¿Quién recoge los despojos inmundos de un traidor inmortal?.
Mis hijos no visitarán mi tumba. No serán huérfanos no recordarán a su padre cambiarán de apellido negarán su pasado mi existencia treinta veces treinta mil como Pedro negando a Jesús.
(Imita el canto de un gallo)
“San Pedro”… se arrepintió a tiempo de su traición y llegó a ser Papa. Estaba escrito…
Soy un suicida.
(Cuelga una cuerda en la cruz, coloca uno de sus extremos alrededor de su cuello. Simula su propio ahorcamiento).
Recostada en el tronco que sostiene mi cuerpo ahogado está mi madre. Llora como una “Magdalena”, ja, ja, ja.
Entra María Magdalena con el agua.
¡María Magdalena, mi madre te derrota en el concurso de llanto!: Se llora más la muerte del peor hijo que la del mejor amante. No sabe cómo bajarme, hubiera preferido verme ahorcado en un árbol más accesible, menos alto, menos lejano, llora por pensarlo, “Es mejor así”, dice, “Nadie te mira la cara”, dice.
Que feo debo de estar, un gesto contraído, la boca contorsionada y paralítica en el espasmo último de la agonía, la mirada fija, detenida en los ojos abiertos que parecen mirarte no importa a donde te muevas. Esa mirada te sigue.
La madre del traidor lo recorre como si estuviera vivo, alcanza una esquina de mi túnica, me balanceo, un crujido la asusta, me suelta y el balanceo cobra fuerza.
Algo rechina; el árbol o una vértebra desencajada.
No hay más que hacer, no puede dejarme allí a que me desgaste con el tiempo, no puede esperar a que se consuma la madera o el lazo y me reviente contra el fondo del precipicio, tampoco la alientan los picotazos de mis buitres hermanos. Toma de nuevo la túnica y me impulsa hacia ella, la madera y mi madre se quejan, le duele continuar el estrangulamiento de su hijo muerto, le duele la fuerza imposible que le exige a la inflamación de sus articulaciones. La madera cede y mis ochenta kilos de carne traidora besan la tierra.
(Cae al piso con todo y cruz. María Magdalena continúa mirándolo).
Somos dos cuerpos tirados en el piso en el acto de amor más solitario de la cristiandad.
No hay nadie, toda la ciudad está aglomerada para mirar la escena principal.
La no-principal transcurre debajo del escenario, entre las máquinas que accionan los efectos, en las calles perdidas, en las cloacas de los suburbios, a las afueras.
Zoom.
En el despeñadero de las basuras.
En el costado contrario del manantial.
Ella acaricia mis heridas pensando en el dolor que me pudo causar el impacto, sabe que los muertos no se quejan pero soy su hijo.
Me desnuda.
(Se desnuda).
Evita mirar las partes infames. Envuelve mi cuerpo con el lienzo más refinado de sus tendidos, me sube en la carreta y me traslada sin llorar. Nos vamos torpemente iluminados por una luna negra y temerosa que se niega a bañar de luz a los infieles que no merecen perdón.
Game Over.
(Pausa. Se miran. Silencio)
Insert coin.
[1]Basado en un fragmento del poema “Ariadna, la Mujer” de Vinicius de Moraes: …Al rato todos corrían hacia mi, hombres adultos y mujeres casadas./Unas me decían: Señor mío, ¡mi hijo se muere! Otras eran ciegas y paralíticas,/ y los hombres me señalaban las resecas plantaciones y las escuálidas vacas./ Yo decía: ¡Soy el enviado del mal!, e inmediatamente los niños morían/ y los ciegos se volvían paralíticos y los paralíticos ciegos,/ y las plantaciones se convertían en polvo que el viento se llevaba y que sofocaba a las escuálidas vacas./ Más como quisieran correrme, les hablé mirando el dolor y la maceración de los cuerpos./ ¡No temas pueblo esclavo! A mi se me murió el alma más que el hijo, y me asaltó la indiferencia más que la lepra…
- Resumen 2015.
- ¡Tenemos Sede!